A lo largo de la historia, el fenómeno de los gemelos ha despertado siempre un enorme interés, curiosidad e incluso perplejidad en todas las tradiciones del mundo. Cualesquiera que sean sus formas de expresión, ya sea por lo parecidos (y hasta aparentemente iguales), o por lo diametralmente opuestos -uno oscuro y otro luminoso, uno negro y otro blanco, uno masculino y otro femenino, uno inclinado hacia el cielo y otro hacia la tierra, etc. etc.-, sus formas simbolizan siempre la dualidad y la oposición de todo lo que existe en el mundo manifestado. La verdad es que todos somos seres duales, como si lleváramos dentro dos gemelos formando parte de nosotros. Estamos compuestos por una dualidad de espíritu y materia, ya que nuestros primeros padres fueron el Espíritu divino y la Materia primordial y, como dice la Tabla Esmeralda, “Como es arriba, es abajo”. Esto quiere decir que cada ser humano es un microcosmos, un reflejo del macrocosmos, tanto si nos fijamos en la igualdad como en la oposición.

Cuando los gemelos simbolizan las contradicciones internas del hombre y el combate que debe librar a diario para poder reconocerlas y superarlas, revelan también una idea de sacrificio, de la necesidad de abnegación, de destrucción y abandono de una parte de nosotros mismos en beneficio del triunfo de la otra parte.

En sentido general los gemelos simbolizan, por un lado, la parte eterna del hombre, herencia del Padre celeste -lo espiritual o lo que normalmente se suele llamar el alma- y, por otro, la parte mortal, el cuerpo de materia que la envuelve. Pero también simbolizan los principios contrapuestos: el día y la noche, el bien y el mal, la luz y la oscuridad, la alegría y la pena, etc., por lo que los hermanos gemelos aparecen también muchas veces como enemigos mortales. Este es el origen de mitos tan antiguos como el egipcio de Osiris y Set, el persa de Ahuramazda y Ahrimanyu, y tantos otros que conocemos. Como el principio material suele asimilarse al mal, el del bien recae sobre la espiritualidad; de ahí que, para conseguir la inmortalidad, sea preciso el conocido principio del “niégate a ti mismo”. Nietzsche interpretó con exactitud el mensaje místico de esta negación parcial, necesaria para la salvación de la esencia espiritual humana, cuando le dice al hombre: “Arroja en el abismo lo que tienes de más pesado. Hombre, olvida… Divino es el arte de olvidar. Si quieres elevarte, si quieres ser tú en las alturas, arroja al mar lo que tienes de más pesado.”

Hay veces que los gemelos son prácticamente iguales, copias exactas el uno del otro, expresando entonces la unidad de una dualidad equilibrada, de una armonía obtenida por la reducción de lo múltiple a lo uno, donde la dualidad misma no es más que una apariencia o juego de espejos como consecuencia de la manifestación.

En opinión de Schneider, los hermanos gemelos nacidos de una madre mortal y de un dios tienen una significación mística, tanto en la mitología clásica como en las culturas primitivas, tal como los Aswins védicos, Mitra y Varuna, Apolo y Artemisa, Rómulo y Remo, Cástor y Pólux, etc. Estos últimos –hijos de Zeus y Leda- son el símbolo más perfecto de la unión fraternal y la amistad pura.

Resumiendo: los gemelos simbolizan la dualidad y la oposición, el estado ambivalente del Gran Juego de Maya, de la gran ilusión del mundo que nos rodea.