En el extremo Sur de la península del Ática, en Grecia, el cabo Sunion se levanta, poderoso peñón contra el que se estrellan fragorosas las olas del mar Egeo y donde siempre sopla un fuerte viento.
El lugar es de soberbia belleza. Se dice que sus atardeceres son los más bellos del mundo. Y en efecto, las veces que lo visitamos lo encontramos pletórico de un encanto natural agreste y gigantesco, donde ponen nostalgia las ruinas del famoso templo a Poseidón. Antes de saber que sus destrozos son más obra de los hombres que de los elementos, surge naturalmente la pregunta de cómo resisten aún tantas columnas y algunos arquitrabes a la obra forzosamente demoledora de ese viento constante, que frecuentemente corre a más de 70 kilómetros por hora.
Razones geográficas y geológicas
El cabo Sunion, a pesar de su aparente aislamiento, es como el centro de unos muy importantes territorios, que pueden ser divisados a ojo desnudo en días claros. Además, el estar enclavado en el extremo Sur de la península y en lugar muy elevado sobre el mar, lo hace un bastión y observatorio natural. Las actuales investigaciones demuestran que el lugar estuvo poblado desde épocas prehistóricas y que, desde el III milenio a. C. se explotaban diversos metales como ser el plomo y la plata. Esta última dio a las minas de esta región de Lavrio gran fama durante las guerras con los Medos, pues su producción fue tan grande que permitió adquirir una enorme flota para Atenas. El hecho fue tomado como bendición de los dioses, y así conocemos la fecha exacta en que comenzó la explotación masiva, en Maronea, el 483 a. C. En verdad, toda la zona del cabo Sunion es una enorme masa de piedra con alto contenido metálico, lo que hace que en el fondo de las cuevas naturales, de las viejas minas y en los acantilados, se encuentren trozos de increíbles colores debidos a los muy diversos óxidos, y que hoy se ofrecen al turista como recuerdo de su estancia en el lugar.
Razones religiosas
El cabo Sunion fue tenido por sagrado desde tiempos muy antiguos. Como tal lo cita Homero (¿siglos VIII-VII a. C.?) diciendo que en él fue enterrado Frontis, el piloto del rey Menelao.
La historia sagrada de los griegos quiere que, habiendo estallado una disputa entre la diosa Atenea y el dios Poseidón sobre cuál de ellos podía aportar a la ciudad sagrada de Atenas el más útil presente, la primera ofreció el olivo, planta alimenticia y a la vez útil en lo espiritual, pues el aceite también alimenta las lámparas que iluminan casas y templos. Poseidón dio el caballo, animal noble cuyas crines al viento se asemejan a las olas del mar y que transporta a los hombres velozmente en la paz y aumenta su eficacia en la guerra. Los atenienses prefirieron el olivo, pero sin dejar de dar gran importancia al caballo. Así, elevaron templos a la diosa en Atenas y en Sunion al dios. Pero como este promontorio era lugar sagrado, también levantaron a Atenea un templo, hoy totalmente en ruinas, en sus cercanías. Aunque la parte noble del templo fue llevado desmontado a Atenas y vuelto a montar allí en el 31 a.C., Pausanias, en el siglo II menciona curiosamente tan solo las ruinas del templo de Atenea en Sunion, como si le hubiesen prohibido acercarse al de Poseidón.
Pasan los siglos y es en 1700 cuando algunos visitantes dicen haber estado en sus ruinas. Citan que solo se mantenían en pie quince columnas. Cuando, con la ayuda a Grecia de las grandes naciones de Occidente, Turquía se ve obligada a abandonar la zona, se cuentan doce. Corre el año 1830.
Razones político-históricas
A los antecedentes ya mencionados se suma el que Sunion haya sido un distrito, el más lejano de la ciudad de Atenas. Desde el siglo VI a. C. se encadenan las fortificaciones que protegen la costa y enlazan a Atenas con Sunion. Fuertes castillos de paredes poligonales y murallas llegan hasta el, ya naturalmente, casi inaccesible cabo Sunion. Restos de templos arcaicos y enterramientos de cúpula de tipo micénico sirvieron en su hora como apoyos en la lucha contra los bárbaros. Por el lado sudoeste el promontorio es inaccesible para los medios bélicos antiguos. El resto estaba circundado por poderosas murallas, tal como vemos en el grabado adjunto. En una gruta hoy redescubierta existe un manantial de agua potable que hacía de la zona un bastión difícil de tomar. Es probable que el propio genial Pericles haya alentado la construcción del templo que hoy vemos y de algunas de sus defensas. Las guerras posteriores, con sus grandes desplazamientos de tropas veteranas hicieron que el conjunto fortificado cambiase de manos muchas veces.
Enigmas
El templo que visitamos fue construido en mármol blanco de Agrileza. Sus metopas exteriores no tenían adornos en relieve y sí tan solo el zoomorfo, de mármol de Paros, con figuras alusivas a la Gigantomaquia, la batalla con los Centauros y los trabajos de Teseo. Respecto a este héroe, quiere la leyenda que, siendo su padre Egeo rey de Atenas, le pidió que lo incluyese en la partida de jóvenes que, como tributo, Atenas enviaba anualmente a Creta, donde, internados en el laberinto, eran destrozados y devorados por el Minotauro. Este gigante con cabeza de toro había nacido de una unión contra natura entre la esposa de Minos –introducida dentro de una estatua construida por Dédalo que era como un “robot” de una vaca– y un toro, del cual la reina se había prendado por efectos de un hechizo. Teseo, ayudado por Ariadna, símbolo de su propia alma inmortal, mata al Minotauro con un hacha mágica y puede salir del laberinto recogiendo un sedal que había ido sembrando a sus pasos. Prometió a su padre que, si lo traían vivo, la nave real enarbolaría velas blancas, y si moría las traería negras. En la exaltación del triunfo los marinos, al avistar Sunion, donde esperaba el rey Egeo, olvidaron poner velas blancas y el soberano, víctima de la desesperación, se arrojó al profundo mar, dándole desde entonces su nombre.
El enigma está en que, para los griegos, el color funerario era el blanco y no el negro… ¿Qué nos oculta esta tan antigua narración, así contada desde épocas clásicas?
En lo tecnológico, el templo un secreto aun totalmente inaccesible. Sus columnas no tienen 20 estrías, como las demás de su época y estilo, el dórico, sino 16. Esto llamó la atención de los arquitectos del siglo XIX, pero no sabiendo ellos casi nada de aerodinámica no sospecharon el prodigio que tenían ante sus ojos. A mediados del siglo XX, terminada la 2ª Guerra Mundial, los avances aeronáuticos y los grandes túneles de viento artificial sugirieron la posibilidad de que la talla de las 16 estrías tuviese algo de funcional. Se llevó un tambor de una columna caída a un túnel de viento para experiencias aeronáuticas y se comprobó que era la forma para resistir las continuas ráfagas. Si las columnas hubiesen tenido cualquier otro diseño se habrían destruido hace siglos… Pero, ¿cómo lo calcularon y supieron los griegos clásicos, a los que no se les reconoce que hayan tenido máquinas medidoras de la resistencia de los materiales ante el viento y ni siquiera teorización logarítmica suficiente?
No lo sabemos, pero la realidad, maravillosa y potente se alza allí. Su ruina no se debe a los elementos, sino al saqueo de los hombres que, como los desaprensivos “masones” removieron y tallaron los mármoles tal como vemos en la fotografía.
También se encontraron tambores de columnas y trozos gran distancia en la ladera y en el mar… Pero, a diferencia del Partenón, no sabemos que ninguna explosión lo haya destruido. ¿Qué pasó entonces? ¿Qué fuerza dispersó las moles de varias toneladas?
Es posible que haya sido un seísmo, pero no es probable, ya que el resto de la estructura no muestra huellas de un terremoto de tal violencia como para lanzar piedras de tanto peso a tan grandes distancias.
Para finalizar, recordamos que frente al cabo Sunion, sumergido en el mar, se encontró una de las más grandes maravillas de la estatuaria metálica griega, que hoy se muestra al asombrado público en el Museo de Atenas. Es, casi seguramente, una imagen de Poseidón en el acto de arrojar o manejar su tridente mágico, aunque algunos especialistas sigan afirmando que se trata de un Zeus y que lo que tenía en la mano extendida, hoy vacía, era un atado de rayos.
Milenarias tradiciones, enigmas tecnológicos, misterios…
El sol cae y todo se difumina en un color rojizo como aquel que soñó Homero para su mar anular de vino y agua, calor y frío, color y negrura, luz y tinieblas.
Más allá de la enanocracia de estos tiempos que vivimos y del fanatismo liberaloide de los “aristócratas” del siglo XIX que arruinaron los espejados mármoles con sus nombres incisos y compases grabados, va quedando a nuestras espaldas, cada vez más alto, cantando con el viento sus columnas como cuerdas de titánica lira, el templo del cabo Sunion.